jueves, 19 de julio de 2012

- Cuentos desde mi rincón: Una carta


Querido Pedro:

Aquí   estoy de nuevo contigo como cada noche desde que nos separamos.  Hoy me apetecía que recordáramos juntos como empezó nuestra relación, ambos muy jóvenes, el día que cumplí 13 años y nuestro último día juntos aquel verano porque  te marchabas  a estudiar fuera.

Aquel día no fue especialmente caluroso, amaneció con una capa de nubes bajas que pasaron del blanco níveo al gris marengo, nubes que se veían cargadas y orondas con el aspecto que le dan los niños cuando las dibujan en un papel.

Nos conocíamos desde siempre y habíamos jugado juntos desde que éramos unos críos, pero  esa tarde viniste a buscarme a casa porque tenías algo importante que decirme.  Me recogiste y salimos corriendo, no sin antes de  tener que  escuchar las recomendaciones de mi madre de  no tardar mucho que iba a llover.


Cogimos el camino de la sierra a la salida del pueblo y después de pasar unas cuantas fincas, nos desviamos por un sendero que serpenteaba en mitad del bosque terminando en un claro. En ese pequeño rincón se encontraba un tocón de pino que en sus tiempos debió ser  grande y hermoso. Cogiste mi mano y mirándome fijamente me dijiste muy serio  que esperara a que terminases de estudiar y tuvieras un buen  trabajo porque  vendrías a buscarme. Te miré, sonreí y asentí con la cabeza. Sabía que era verdad y cumplirías tu promesa.

Sacaste  una pequeña navaja del bolsillo que te había regalado tu abuelo  un mes antes  por tu cumpleaños y con gran esmero grabaste nuestras iniciales en aquel  tronco. Cuando terminaste comenzaron a caer las primeras gotas y llegamos a casa corriendo y empapados.  Ese día el rapapolvo de mi madre ni siquiera me mereció un comentario porque  estaba feliz.

Te marchaste a Madrid a estudiar y  fui sabiendo de tus aspiraciones, de tus metas, de tus  logros y sobre todo de tus sentimientos hacia mí.

Mi corazón palpitaba con rapidez cada vez que  alguien pronunciaba  tu nombre. Con tus visitas, tus llamadas  o tus cartas, fuiste poniendo color en mi vida, diste sentido a las canciones de amor. Con tu cariño no noté los largos inviernos que estabas ausente. En aquel momento no sabía expresarte lo que significabas  para mí, intentando sin conseguirlo  dibujarte  mis sentimientos…
¿Cómo describirte un beso?, ¿cómo pintar una caricia? o ¿cómo poner en palabras lo que sentía  mi corazón, cuando estabas cerca…?.

Ahora lo sé. Te diré que tus caricias eran  como el aleteo de miles de pequeñas mariposas recorriendo mi piel o el roce de la brisa marina al atardecer.  Tus besos sabían  al dulce aroma del humo saliendo de las chimeneas en los días fríos de invierno, a fresca agua de manantial en las soleadas tardes de verano o al sabor del vino añejo criado en barricas de roble…Quiero decirte también, que cuando me mirabas  mi cara se teñía con el rubor de una adolescente ante su primer amor, veía  en ti la ternura  que observo en la mirada de un padre  cuando su pequeñín se aferra a su mano, era como ahogarme en el  infinito mar que son tus ojos…

Lanzo mis palabras al aire y te cuento ahora todo lo que no tuve oportunidad de decirte, a sabiendas que no encontrarán respuesta,  porque  una  mañana, en un minuto se decidió nuestro futuro. Nuestra vida  quedó enterrada entre un montón de  amasijos de hierro un 11 de marzo  cuando, cumpliendo la promesa que me hiciste, venías a buscarme.

Ha pasado algún tiempo y aún revivo  el dolor, el duelo, los pésames. Recuerdo  de nuevo  la cara de tus padres con una mirada de asombro, como si aquella historia no fuese con ellos y en cualquier momento  te verían aparecer. Yo sabía que nunca más  volverías y eso hacía que mi dolor fuese más real, sin posibilidad de esconderlo o disfrazarlo para no sufrir.

Cariño todavía no  he encontrado  la manera de superar el dolor y la pena. Aún sigo lanzando mis deseos al universo a la espera  que encuentren la estrella que te cobija y recibas mi  “”te quiero””. Sigo escribiéndote cartas cada noche,  que te leo cada mañana  en nuestro rincón del bosque, donde te siento más cerca y sé que  en alguna parte me  estás mirando, sonríes  y me llevas de la mano, enseñándome qué hacer con mi día a día,   para que aprenda de nuevo a caminar sin ti.

Mi vida, te dejo aquí los mil y un besos  que nos robaron y nunca  nos fueron devueltos.


3 comentarios:

  1. Mariló, el relato precioso y con un sentimiento que brota en cada una de las palabras, siento enormemente que la historia terminara de la forma que lo hizo. Fue un placer leerte y conocerte algo mas.

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  2. Me alegra que te guste, quizás algún día pueda escribir una segunda parte donde, puede que no encuentre lo que perdió, porque creo que el primer amor es irreemplazable, pero quizás la vida le de una segunda oportunidad y la haga volver a sonreír....
    Un saludo y gracias por tu comentario.. me agrada saber que a alguien le gusta algo de lo que hago....

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  3. Precioso y con mucho sentimiento...sigue contando a todo el mundo tus cosas, lo haces muy bien.

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