A veces me pregunto cuál es nuestro papel en el mundo y por qué hay personas que perviven a lo largo de la historia como son actores, políticos, artistas….y la existencia de otros desaparece con ellos. ¿No es importante el trabajo de un albañil o el de un agricultor para que el mundo piense que no se le debe nada? ¿Por qué se celebra el centenario del ingeniero que construyo la torre Eiffel y no se celebra al mismo tiempo la de todos aquellos obreros que levantaron, palmo a palmo, esa magnífica obra? ¿Podría el ingeniero haber llevado a cabo tan magna construcción sin la colaboración de todos ellos?
Vivimos en un mundo donde no solo se glorifica al hombre por sus obras, sino también por su poder y por su estatus social y nos olvidamos que cada uno de ellos está ahí, gracias a que muchos otros hicieron que sus trabajos fuesen universales y reconocidos .
Quizás un simple obrero no merezca el reconocimiento de todos y que al final de su existencia solo se acuerde de él su familia, pero cuando, por ejemplo, miramos nuestro pueblo y vemos esas hermosas casas blancas, que perviven a través del tiempo, debemos pensar en todos aquellos que ladrillo a ladrillo fueron forjando y dando forma a sus calles y callejones, sus plazas y sus parques. Todo se lo debemos a un montón de hombres y mujeres anónimos que aunque no vivan en la memoria colectiva ni reciban honores, su obra ha perdurado y perdurará durante mucho tiempo para el disfrute de todos nosotros.
Mirando desde mi balcón y tomando el café de la mañana, he pensado que debo dar las gracias a nuestros albañiles, jardineros, fontaneros, pintores … vecinos, de todas las épocas, por construir y dar vida a este pueblo y por supuesto, como no, a los arquitectos que lo diseñaron.
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