martes, 17 de abril de 2012

cuentos desde mi rincón: El final de la juventud


Esa mañana estaba un poco confusa y  no se encontraba bien, las nauseas no la dejaban levantarse. Una gripe- pensó-  no voy al instituto, paso del examen.

 Marta se dio media vuelta en la cama, pero de  pronto le asaltó una idea haciéndola sentarse de golpe:
- ¡!Y si….!!,  no tomamos precauciones pero solo fue una vez…

Comenzó a hacer cuentas rápidamente y  con una mano temblorosa cogió el móvil de la mesilla de noche y llamó a Javier, su novio. Javi estaba en casa,  como casi siempre. Había dejado los estudios,  no encontraba trabajo y últimamente le daba más al porro de lo que ella creía que era permisible.  Esto la  molestaba bastante pero no era capaz de recriminarle.

Cuando su novio descolgó le dijo en un susurro - Tienes que ir a la farmacia a comprar un “”predictor””-.

-¿ Eso qué es? - pregunto el adormilado Javier, que aún  no había conseguido que su cabeza pensará con claridad, después del  botellón la noche anterior y ahora con  una resaca de tres pares de narices. Marta le explicó la situación y él se levantó de un salto.

 - ¡!Maldita sea...! ¡-susurró entre dientes mientras buscaba la ropa  debajo de la cama, donde la dejó tirada esa madrugada cuando llegó

- ¡! Seguro que con la suerte que tengo, la he dejao preña!!- , murmuró de mal humor.

Se vistió corriendo, cogió la moto y se fue primero a la farmacia y después a casa de su novia. Y allí en un cuarto de baño, en un abrir y cerrar de ojos habían pasado de ser unos adolescentes de 18  y 17 años a ser adultos responsables de una futura vida.

La familia se enteró tarde y se  preocupó  más de intentar tapar el sol con un dedo  y menos de la realidad que les esperaba a sus hijos y  no supieron reaccionar. En vez de retomar el papel de padres de unos jóvenes inmaduros,  asumieron el papel de padres de ese bebé no nato  que no les correspondía.

A Marta, nadie le habló de lo duro que es tener un hijo cuando no se está preparada para ello, de la responsabilidad, el terminar de la adolescencia y el principio de la madurez sin haber concluido esa etapa y  sin posibilidad de rectificar.

Ahora, a los 30 años y  con una niña de 12, su vida no ha sido ni  es el cuento de hadas que ella imaginó.   Dejó los estudios para ponerse a trabajar porque   a su novio le pudo tanto la  carga que decidió que era mejor volver la cabeza y marcharse. Está de cajera en un supermercado  a media jornada, vive con sus padres y todo lo que gana lo invierte en la niña.  Ha tenido que trabajar duro y llorar mucho a solas para seguir adelante.

Vio como sus amigas terminaron sus carreras y prosperaron y fue desapareciendo de sus vidas.   Mientras que a ella  ya no le quedaron fuerzas para conocer a un hombre  que la hiciera brillar los ojos de nuevo  y lucir una sonrisa. Dejo de pensar en si misma,   dejó de vivir y  dejó de soñar.

Alguien en algún momento tendría que haberla hablado de los sinsabores, de lo dura que es la vida, de las lágrimas por derramar y  de todas las posibles opciones que se plantean y que debería haber conocido… De ayudarla,  no a tomar decisiones que esa solo le correspondía a ella, sino a enseñarla  a sopesar cada paso que iba a dar  en la vida y las consecuencias de cada uno: Las de verdad

Pero ésta, debería haber sido otra historia.

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