domingo, 18 de noviembre de 2012

Nuestro entorno: Ruta de Senderismo la Peña Maya


Punto de partida: Plaza de la Constitución de El Almendro, subimos por la calle Grande y justo al final existen unos escalones y un camino donde comienza la subida a la Peña Maya.

Estado del camino: 
Es de muy fácil acceso, la mayor parte transcurre por el pueblo de El Almendro hasta llegar a una zona más empedrada, desde donde iniciamos la subida.

Duración: 
El recorrido desde la plaza del Ayuntamiento es de 10 minutos aunque podemos ampliarlo visitando al principio la Iglesia que es muy hermosa.




Esta ruta la podemos incluir dentro de los itinerarios del interior del pueblo y empezar la ruta, para alargarla visitando ambos pueblos e unirlo con la visita al Pie Castillo, otra estribación con bastante desnivel donde existen un par de molinos de viento, encargados en la época de la fabricación de harina para el pueblo.

Fauna: 

Algunas rapaces, aves cantoras y pequeños mamíferos .

Tipo de vegetación: 
Existen huertos en las cercanías y la flora autóctona del lugar como son el olivo, la encina y el alcornoque,

Las vistas desde lo alto de la Peña Maya, son simplemente maravillosas y desde arriba podemos ver ambos pueblos El Almendro y Villanueva de los Castillejos que la historia reunió hace algunos siglos.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Nuestras casas: Villa Juanita de 1928 a 2012

Villa Juanita  fue contruida en 1928 y desde entonces ha tenido diferentes propietarios, pero todos han dejado la estructura original, a excepción del último, que además de conservarla tal cual, ha añadido algunas dependencias en la parte trasera para no estropear la belleza de la casa.

En la parte delantera dos encinas centenarias  reciben a los moradores con sus brazos abiertos y les cubre en verano de los rayos inmisericorde del astro rey.


El salón delantero pertenece a la parte antigua de la casa, el suelo también es el originario. Una reliquia que me retrotrae a mi niñez cuando pasé alguna temporadas en esta hermosa villa.


El pasillo  y las habitaciones a las que conduce también forman parte de la historia antigua de esta casa .
Esta parte es nueva. Un gran salón donde pasarlo bien con la familia, amigos, conocidos , ya que el gran tamaño y la enorme  hospitalidad de la familia , muy conocida en el pueblo, dan para eso y mucho más.


Desde esta finca se divisa un paisaje espectacular con nuestros dos pueblos como telón de fondo, ya que no estará a más de 10 minutos del centro de Castillejos.


Después de una tarde de lluvia, al calor de la chimenea, éste es el cielo que queda al anochecer. Muchas veces las prisas se encargan de que olvidemos que para ver algo hermoso, solo tenemos que levantar la vista.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

1º Concurso de relatos de Halloween: 1º premio




¿VIDA TRAS LA MUERTE?
  Autora: SWEETIE

Dicen que el Día de Todos los Santos recuerda a la gente que tiene una cita pendiente con el

cementerio, que es el momento de volver a traer a la mente a aquellos que fallecieron y que yacen olvidados entre cipreses.

Dicen que ese día el campo santo deja atrás su silencio, sus sombras, su misterio, su soledad. Gracias al amanecer de ese nuevo uno de noviembre se permite que, un año más, se rompa esa monotonía, al menos durante veinticuatro horas. Multitud, bullicio, vida al fin y al cabo…hasta que el sol vuelva a ocultarse.

Dicen que ahí fuera las personas celebran una especie de fiesta la noche anterior, Halloween creo que se llamaba. Tratan de hacer presentes a espíritus, demonios, seres oscuros con los que pueden jugar a sentir miedo, liberar adrenalina o simplemente divertirse. ¿Reírse de la muerte? Extraña cuestión. Sobre todo cuando es un suceso tan imprevisible.

Sin embargo, al día siguiente todo el mundo parece haber vuelto a la normalidad. Incluso dejan de creer en esos seres del más allá a los que hacía unas pocas horas habían querido imitar.

Nadie se pregunta qué sucede cuando el Día de Todos los Santos llega a su fin. Cuando el chirriar de las verjas del cementerio deja paso de nuevo a ese silencio sepulcral…

Esa noche mis pasos suenan más de lo permitido por los pasillos de los nichos. Es como si hubiera entrado tarde a un recital y los espectadores me mirasen con recelo. Se respira tensión en cada uno de los rincones del recinto. Hoy incluso apago la linterna y agarro las llaves con la mano para evitar molestar más. Sé que ha sido un día muy doloroso para la mayoría de los allí presentes. Yo también les acompaño en el sentimiento. Cada uno de noviembre el muro entre vivos y muertos se hace más palpable. Ya no vale creer que estás en un sueño porque puedes ver que las personas a las que amas están ahí fuera, a tan pocos centímetros de ti, pero tras un cristal blindado que nunca podrás atravesar.

Paso la mano sobre algunas de las tumbas tratando de acallar su desasosiego. Quieren volver a la vida, con los suyos, pues aún no han encontrado el camino que les lleve al descanso eterno.

Me conformo con que sepan contenerse bajo tierra aunque sus aullidos se entremezclen con el ulular del viento otoñal. Mantener el orden, esa es mi misión. Un trabajo que no elegí pero al que no puedo abandonar.

Siento que un escalofrío me recorre la espalda. Sonrío para mis adentros pues conozco bien esa sensación. Me agacho para recoger unas flores que se habían caído de una de las sepulturas sin girarme hacia esa figura que se desdibuja detrás de mí.

-Hoy no han venido –dice en apenas un susurro.

-Yo sí lo he hecho, ¿no? –le respondo dándome la vuelta, tratando de mostrar la mejor de mis sonrisas.

Allí está aquel pequeño ser, indefenso, con una mirada tan profunda como triste que consigue encogerme el alma. ¿Cómo se puede permitir que tan solo una niña pudiera pasar por aquella situación? Su rostro no es más diferente del de alguno de los pétreos ángeles de los mausoleos.

-Tú siempre estás aquí. Eso no me consuela –me confiesa irritada y, sin darme tiempo a reaccionar, se desvanece entre las sombras.

Suspiro y continúo con mi paseo sin rumbo.

Dicen que hay vida después de la muerte, pero nunca nadie aseguró que fuera sencillo de conseguir.

De eso sí doy fe.


lunes, 5 de noviembre de 2012

1º Concurso de relatos de Halloween: 2º premio




El fantasma del Metro 

 autora: Jennifer


Es la noche de Halloween y he quedado con unos amigos para ir de marcha. Decidí disfrazarme de vampiro de Crepúsculo, que está de moda. Lo malo es el mogollón de purpurina que tengo que usar, que los vampiros modernos brillan con la luz.
Para variar voy tarde. Quedé a las doce en la estación del metro que está cerca del bar, pero ya falta poco para la media noche y apenas estoy haciendo el transbordo. Llego al andén y todavía faltan siete minutos para el próximo metro… Me van a matar. Me siento a esperar en un banco, junto a una chica que se había disfrazado de fantasma con unos trapos blancos y una rebeca, despeinada, con ojeras, pálida… Vamos, que no se lo había currado demasiado.
Aprovecho que me mira y con mi sonrisa más seductora le digo:
―¿Vas a una fiesta de Halloween?
―No. Sólo estoy esperando a que sean las doce.
―¿Estás esperando a alguien?
―No, no… Es que a las doce desaparezco.
―¿Desapareces?… Quieres decir que te vas ¿no?
―No… es que…, soy un fantasma de verdad. A las doce me desmaterializó.
―¡Vaya! Veo que te gusta esto del Halloween.
―¡Siempre me pasa lo mismo! Nadie me toma en serio.
―Ajá ―Empiezo a sospechar que tiene alguna enfermedad mental, así que por si acaso le sigo la corriente―… ¿Y qué fue lo que te pasó? ¿Cómo terminaste aquí?
―Pues nada… que me tiré a las vías del metro por despecho. La verdad es que viéndolo en perspectiva lo que debí hacer es darle un buen rodillazo en la entrepierna a ese idiota. Pero me dio la vena suicida y ahora estoy atrapada en el limbo.
―¿Y por qué no lo buscas para asustarlo? Al menos así podrías vengarte.
―Es que esto no funciona así. Sólo me materializo el día de mi muerte, que fue el primero de noviembre, entre las diez y las doce de la noche. Y no puedo salir de las instalaciones del metro.
―Bueno… Al menos puedes asustar dentro del metro. Debe ser la mar de divertido.
―¡Qué va! Esto de ser fantasma en Halloween es un rollo. Si hay gente disfrazada que da más miedo que yo. Es que asustar en estos días es muy difícil. El cine ha hecho mucho daño. Al principio lo intenté, iba por los andenes tratando de asustar. Arrastrando mi cadena y diciendo ¡Huuuuuu!
―Es que esa cadena… no se… está un poco chuchurrida… En la ferretería venden cadenas mejores.
―Si ya lo sé… Es una porquería de cadena. Una vez me enrede los pies con ella y me caí. Tuve más éxito haciendo reír que asustando.
―Quizás si te vas a estaciones menos concurridas tengas más éxito.
―Si ya me he paseado por todas las estaciones. Incluso una vez me atrapó uno de los de seguridad del metro.
―¡Qué dices! ¿Y qué pasó?
―Pues nada… que me puso una multa por no llevar ticket.
―Ja, ja, ja ―Al ver que se ponía un poco triste agregué―. Disculpa.
―No, si ya sé que doy más risa que miedo.
―¿Y ahora como haces? Digo, para que no te vuelvan a pillar sin ticket.
―Le trabajo de diez a once al de la tienda de chuches y me da diez euros, en negro porque no tengo papeles. Con eso me compro un ticket y me pongo a dar vueltas por ahí, a ver si logro asustar a alguien.
―Pues sí que es duro lo de ser fantasma ―La chica quizás estaba un poco loca pero era divertida, y sobre todo original, eso desde luego.
―Si… verás, es que lo del mundo de los espíritus está muy idealizado. Yo me imaginaba que sería como en Ghost, ya sabes, la peli, pero ni de cerca se le parece. ¡Mira! Ya está llegando el metro.
Me giro y efectivamente está llegando el metro al andén. Cuando me vuelvo ella no estaba… ¿Se había desmaterializado? Me fijo en la hora y son las doce en punto. Miro hacia ambos lados del andén y no está por ningún lado. Subo al metro y mientras me adentro en el túnel sigo buscándola con la mirada, pero ni rastro de ella.
Llego a la estación donde me están esperando mis amigos y al verme llegar me dicen:
―¡Tío, hasta que al fin apareces! ―Algo debieron notarme porque me preguntaron― ¿Qué te pasa? ¿Te encuentras bien?
―Tío… Creo que traté de ligarme a una fantasma.
―¡Como todos hoy! Aunque yo prefiero a las vampiras.
―¡No tío! A una fantasma de verdad.
―¡Anda! Tu es que eres el rey de las excusas.
―¿Tú crees que sea posible enrollarse con una fantasma?
―Pues yo cuento con eso. ¡A ver si hay suerte!
Bueno, sabía que no me iban a creer. Si me acuerdo la buscaré el año que viene. Quizás tenga suerte.


sábado, 3 de noviembre de 2012

1º Concurso de relatos de Halloween: 3º puesto



En el tercer puesto  el relato con titulo y autor:

EL COMPENDIO DE CIEN HISTORIAS SOBRENATURALES.    
Autor JUAN

Alfonso concluyó su historia y sopló breve y firmemente y apagó una vela. Sólo quedaban dieciséis más, y su lumbre exigua combatía con dificultad la oscuridad que, poco a poco, ganaba terreno en el salón. La penumbra desdibujaba a los catorce congregados y David sólo apreciaba sus rasgos más pronunciados: el pelo rizado de María, el mentón belfo de Víctor, la cabeza rapada de Santiago, el largo cuello de Ana… Pero sobre todo se fijaba en Elena, quien relevó a su hermano Alfonso y acercó su pequeña cara, para que todos reconocieran sus expresiones, al pálido fulgor de una candela de parafina. Mientras contaba un nuevo relato, David intentaba grabar en su memoria sus grandes ojos reverberantes en mitad de la noche, como los de una lechuza vigilante.

Elena era una excelente narradora, igual que su hermano. Ambos actuaban como el motor del grupo de amigos. De hecho, aquel juego había sido una más de sus ocurrencias. Como todos los años, el día de los difuntos celebraban una fiesta en su casa de campo. Para la ocasión, las entrañas de la casa se transformaban en una mansión del terror, en la gruta donde unas meigas entonaban sus hechizos, e incluso en un tétrico cementerio. Pero aquel año la transformación adquirió un tinte minimalista.

Con su gusto y afición por descubrir nuevas tradiciones de terror, hallaron un ritual samurái que les cautivó. El popular juego se conocía como “el compendio de cien historias sobrenaturales”. Para los samuráis formaba parte de una prueba de valor. A media noche encendían cien velas, las cuales se apagaban con cada historia contada, y al extinguirse la luz de la última, los monstruos aparecían. Aquel rito era demasiado bueno como para no aprovecharlo.

Los preparativos se llevaron a conciencia. Antes de medianoche, cien dedos largos y coloridos de cera y parafina sostenían cien pequeñas llamas frente a la negra noche en un perfecto círculo. Despejaron los muebles del salón y cerraron los postigos de las ventanas, evitando cualquier brisa traidora que matara la función. Después, todos los participantes empezaron a contar historias y soplar velas con solemnidad.

Conforme pasaba el tiempo, los relatos mermaron el tono distendido del ambiente. Al principio, sólo se narraron invenciones, pero a mitad del juego los miembros divulgaron sus propias pesadillas y los ánimos se ensombrecieron bastante, pues el miedo les tocaba de lleno y descubrieron que estaba más próximo de lo que nunca imaginaron. Cuando sólo quedaban diez velas, la ceremonia desembocó en confesiones de sucesos personales, a cual más misteriosa e inexplicable.

En todo ese tiempo, la opacidad de la noche ganó terreno a la exigua luz, historia a historia, vela a vela, y al llegar a la penúltima, a David le sobrecogió un extraño presentimiento. Alfonso narraba de nuevo, y su sombra ondulaba al compás de la bailarina flamígera cercana a su cara. De repente, su sombra dejó de imitar los movimientos de Alfonso y David se asombró al presenciar aspavientos de rechazo por parte de ella. La imagen, tan surrealista, la justificó como una mera sugestión de su mente. Sin embargo, cuando Elena anunció la última historia y última vela, sus temores se confirmaron.

La cera casi extinta anunciaba el ocaso del ritual. Ninguna sombra debería ser visible con tan poca claridad y, sin embargo, parecía que hubieran ganado espesura y cuerpo. Nadie se percataba del espeluznante hecho salvo David, quien no cortó la voz de Elena por no interrumpir el ritual. Los demás observaban expectantes la agonía de la lumbre mientras sus sombras se desligaban de las finas costuras que las unían a sus cuerpos. David apreció cómo se erigían detrás de los inconscientes participantes y colocaban sus brazos negros sobre las cabezas de sus antiguos dueños.

Elena concluyó su relato y su sombra se mostraba amenazante tras ella. Posó sus grandes ojos en el derretido cilindro que aportaba la única fuente de luz del salón. Cargó sus pulmones de aire. David imaginó que las sombras esperaban el definitivo apagón para precipitarse sobre ellos. Intentó articular palabra alguna, algún aviso, pero Elena apagó la vela número cien y la oscuridad, como un telón pesado, cayó sobre ellos…

jueves, 1 de noviembre de 2012

-Nuestro entorno: El cementerio de Castillejos (D. Miguel González.)



El 22 de febrero de 1.876 sale a subasta la obra del cementerio, no presentándose a ella licitador alguno, por lo que se decide realizarla por administración directa. Se señala por fin lugar para la edificación escogiéndose la zona denominada "era del Valle", a la derecha del camino de Ayamonte.
Antes de comenzar la obra hubo que derruir un molino harinero que se encontraba en dicho lugar, propiedad del vecino Don Juan Ponce Domínguez.
Esta realización, de la que tan necesitada estaba esta villa, concluye el 28 de julio del año siguiente 1877, aprobándose el reglamento para su utilización el 27 de octubre. Este primer reglamento estaba compuesto por 32 artículos.
La bendición del Cementerio, "destinado a la inhumación de los que fallecen dentro del gremio de la Iglesia Católica" se llevó a cabo el domingo 3 de noviembre, después de una misa solemne, con asistencia "de todas las personas notables de la villa" y del conjunto de la Corporación Municipal, obsequiándose a los asistentes, tras la ceremonia, con una comida.
El primer vecino que se enterró en él fue Don Antonio Vázquez de la Cruz, a quien se le concedió gratuitamente el nicho número 1 de la primera línea construida.
Ese mismo día fue nombrado guarda encargado del Cementerio al que venía ejerciendo el puesto de sereno, Mateo Guerrero, retribuyéndosele con 10 pesetas mensuales.
El 20 de julio de 1878 era colocada en su capilla la efigie de San Bartolomé, construida por el artífice Don Antonio G. Picar, vecino de Huelva, estatua que importó 450 pesetas.
Para completar la historia de este santo lugar, añadiremos que en el año 1981 y 1982, se llevan a cabo obras encaminadas a la ampliación del recinto, así como la dotación de agua, luz y jardines, obra promovida por la Corporación elegida en las elecciones democráticas de 1979, presidida por D. Miguel Jiménez Gómez.
Esta Corporación acuerda por unanimidad de todos sus componentes, rotularlo con el nombre de "Cementerio Municipal San Bartolomé", con el objeto de memorizar y homenajear al Alcalde D. Bartolomé Vázquez Jaldón, que lo mandó construir, como consta en la lápida que se colocaría en el interior de la ermita el 23 de julio de 1887. siendo alcalde Don Estanislao Sáenz Domínguez, lápida de mármol "con una inscripción breve y adecuada para perpetuar la memoria del que fue insigne Alcalde de esta villa”
Al mismo tiempo se coloca dicho recinto bajo la advocación del Santo Apóstol San Bartolomé.
Es preciso añadir que el alumbrado del cementerio fue sufragado en casi su totalidad por las gentes de Castillejos. Para ello se abrió una cuenta en una entidad bancaria de la localidad y todos ( no creo que quedase nadie del pueblo) contribuyeron, unos más otros menos, al pago de la iluminación.
Yo me encontraba en aquella época de concejal y puedo dar fe de ello.  (D.Miguel Gómez Gónzalez )


Antiguamente se colocaban velas y farolillos encendidos en la noche de ""Tosantos", como se llama por estas tierras al día 1 de Noviembre.
Aún se conserva  esa tradición. En el ocaso se marcha en procesión con velas y rezando el rosario hasta el cementerio, Allí cada se colocan las velas en las lápida. Supongo que para  que nuestros difuntos encuentren el camino correcto.