lunes, 5 de noviembre de 2012

1º Concurso de relatos de Halloween: 2º premio




El fantasma del Metro 

 autora: Jennifer


Es la noche de Halloween y he quedado con unos amigos para ir de marcha. Decidí disfrazarme de vampiro de Crepúsculo, que está de moda. Lo malo es el mogollón de purpurina que tengo que usar, que los vampiros modernos brillan con la luz.
Para variar voy tarde. Quedé a las doce en la estación del metro que está cerca del bar, pero ya falta poco para la media noche y apenas estoy haciendo el transbordo. Llego al andén y todavía faltan siete minutos para el próximo metro… Me van a matar. Me siento a esperar en un banco, junto a una chica que se había disfrazado de fantasma con unos trapos blancos y una rebeca, despeinada, con ojeras, pálida… Vamos, que no se lo había currado demasiado.
Aprovecho que me mira y con mi sonrisa más seductora le digo:
―¿Vas a una fiesta de Halloween?
―No. Sólo estoy esperando a que sean las doce.
―¿Estás esperando a alguien?
―No, no… Es que a las doce desaparezco.
―¿Desapareces?… Quieres decir que te vas ¿no?
―No… es que…, soy un fantasma de verdad. A las doce me desmaterializó.
―¡Vaya! Veo que te gusta esto del Halloween.
―¡Siempre me pasa lo mismo! Nadie me toma en serio.
―Ajá ―Empiezo a sospechar que tiene alguna enfermedad mental, así que por si acaso le sigo la corriente―… ¿Y qué fue lo que te pasó? ¿Cómo terminaste aquí?
―Pues nada… que me tiré a las vías del metro por despecho. La verdad es que viéndolo en perspectiva lo que debí hacer es darle un buen rodillazo en la entrepierna a ese idiota. Pero me dio la vena suicida y ahora estoy atrapada en el limbo.
―¿Y por qué no lo buscas para asustarlo? Al menos así podrías vengarte.
―Es que esto no funciona así. Sólo me materializo el día de mi muerte, que fue el primero de noviembre, entre las diez y las doce de la noche. Y no puedo salir de las instalaciones del metro.
―Bueno… Al menos puedes asustar dentro del metro. Debe ser la mar de divertido.
―¡Qué va! Esto de ser fantasma en Halloween es un rollo. Si hay gente disfrazada que da más miedo que yo. Es que asustar en estos días es muy difícil. El cine ha hecho mucho daño. Al principio lo intenté, iba por los andenes tratando de asustar. Arrastrando mi cadena y diciendo ¡Huuuuuu!
―Es que esa cadena… no se… está un poco chuchurrida… En la ferretería venden cadenas mejores.
―Si ya lo sé… Es una porquería de cadena. Una vez me enrede los pies con ella y me caí. Tuve más éxito haciendo reír que asustando.
―Quizás si te vas a estaciones menos concurridas tengas más éxito.
―Si ya me he paseado por todas las estaciones. Incluso una vez me atrapó uno de los de seguridad del metro.
―¡Qué dices! ¿Y qué pasó?
―Pues nada… que me puso una multa por no llevar ticket.
―Ja, ja, ja ―Al ver que se ponía un poco triste agregué―. Disculpa.
―No, si ya sé que doy más risa que miedo.
―¿Y ahora como haces? Digo, para que no te vuelvan a pillar sin ticket.
―Le trabajo de diez a once al de la tienda de chuches y me da diez euros, en negro porque no tengo papeles. Con eso me compro un ticket y me pongo a dar vueltas por ahí, a ver si logro asustar a alguien.
―Pues sí que es duro lo de ser fantasma ―La chica quizás estaba un poco loca pero era divertida, y sobre todo original, eso desde luego.
―Si… verás, es que lo del mundo de los espíritus está muy idealizado. Yo me imaginaba que sería como en Ghost, ya sabes, la peli, pero ni de cerca se le parece. ¡Mira! Ya está llegando el metro.
Me giro y efectivamente está llegando el metro al andén. Cuando me vuelvo ella no estaba… ¿Se había desmaterializado? Me fijo en la hora y son las doce en punto. Miro hacia ambos lados del andén y no está por ningún lado. Subo al metro y mientras me adentro en el túnel sigo buscándola con la mirada, pero ni rastro de ella.
Llego a la estación donde me están esperando mis amigos y al verme llegar me dicen:
―¡Tío, hasta que al fin apareces! ―Algo debieron notarme porque me preguntaron― ¿Qué te pasa? ¿Te encuentras bien?
―Tío… Creo que traté de ligarme a una fantasma.
―¡Como todos hoy! Aunque yo prefiero a las vampiras.
―¡No tío! A una fantasma de verdad.
―¡Anda! Tu es que eres el rey de las excusas.
―¿Tú crees que sea posible enrollarse con una fantasma?
―Pues yo cuento con eso. ¡A ver si hay suerte!
Bueno, sabía que no me iban a creer. Si me acuerdo la buscaré el año que viene. Quizás tenga suerte.


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