miércoles, 7 de noviembre de 2012

1º Concurso de relatos de Halloween: 1º premio




¿VIDA TRAS LA MUERTE?
  Autora: SWEETIE

Dicen que el Día de Todos los Santos recuerda a la gente que tiene una cita pendiente con el

cementerio, que es el momento de volver a traer a la mente a aquellos que fallecieron y que yacen olvidados entre cipreses.

Dicen que ese día el campo santo deja atrás su silencio, sus sombras, su misterio, su soledad. Gracias al amanecer de ese nuevo uno de noviembre se permite que, un año más, se rompa esa monotonía, al menos durante veinticuatro horas. Multitud, bullicio, vida al fin y al cabo…hasta que el sol vuelva a ocultarse.

Dicen que ahí fuera las personas celebran una especie de fiesta la noche anterior, Halloween creo que se llamaba. Tratan de hacer presentes a espíritus, demonios, seres oscuros con los que pueden jugar a sentir miedo, liberar adrenalina o simplemente divertirse. ¿Reírse de la muerte? Extraña cuestión. Sobre todo cuando es un suceso tan imprevisible.

Sin embargo, al día siguiente todo el mundo parece haber vuelto a la normalidad. Incluso dejan de creer en esos seres del más allá a los que hacía unas pocas horas habían querido imitar.

Nadie se pregunta qué sucede cuando el Día de Todos los Santos llega a su fin. Cuando el chirriar de las verjas del cementerio deja paso de nuevo a ese silencio sepulcral…

Esa noche mis pasos suenan más de lo permitido por los pasillos de los nichos. Es como si hubiera entrado tarde a un recital y los espectadores me mirasen con recelo. Se respira tensión en cada uno de los rincones del recinto. Hoy incluso apago la linterna y agarro las llaves con la mano para evitar molestar más. Sé que ha sido un día muy doloroso para la mayoría de los allí presentes. Yo también les acompaño en el sentimiento. Cada uno de noviembre el muro entre vivos y muertos se hace más palpable. Ya no vale creer que estás en un sueño porque puedes ver que las personas a las que amas están ahí fuera, a tan pocos centímetros de ti, pero tras un cristal blindado que nunca podrás atravesar.

Paso la mano sobre algunas de las tumbas tratando de acallar su desasosiego. Quieren volver a la vida, con los suyos, pues aún no han encontrado el camino que les lleve al descanso eterno.

Me conformo con que sepan contenerse bajo tierra aunque sus aullidos se entremezclen con el ulular del viento otoñal. Mantener el orden, esa es mi misión. Un trabajo que no elegí pero al que no puedo abandonar.

Siento que un escalofrío me recorre la espalda. Sonrío para mis adentros pues conozco bien esa sensación. Me agacho para recoger unas flores que se habían caído de una de las sepulturas sin girarme hacia esa figura que se desdibuja detrás de mí.

-Hoy no han venido –dice en apenas un susurro.

-Yo sí lo he hecho, ¿no? –le respondo dándome la vuelta, tratando de mostrar la mejor de mis sonrisas.

Allí está aquel pequeño ser, indefenso, con una mirada tan profunda como triste que consigue encogerme el alma. ¿Cómo se puede permitir que tan solo una niña pudiera pasar por aquella situación? Su rostro no es más diferente del de alguno de los pétreos ángeles de los mausoleos.

-Tú siempre estás aquí. Eso no me consuela –me confiesa irritada y, sin darme tiempo a reaccionar, se desvanece entre las sombras.

Suspiro y continúo con mi paseo sin rumbo.

Dicen que hay vida después de la muerte, pero nunca nadie aseguró que fuera sencillo de conseguir.

De eso sí doy fe.


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