Una estampa de mitad del siglo pasado que muchos niños de mi generación y anteriores tenemos presente.
La escasez de agua en estas tierras se compensaban con los pozos en los patios de las casas, los lavaderos públicos y el aguador, que la traía de manantiales de la zona para el consumo humano.
Al grito del: !! Aguaor!!, las comadres salían a la puerta con los cántaros y entre parloteos y chismes esperaban que llegara para comprar el agua. Agua que se mantenía fresca a base de botijo y cántaros de barro, sin registro sanitario y sin tratamiento previo, agua que sabía a agua.
Más tarde se construyó el pantano y apareció el agua corriente para deleite de todos, aunque durante mucho tiempo nuestras madres se negaron a que bebiéramos de esa agua canalizada y el carro con el mulo del Aguador consiguió mantener la competencia con algo tan práctico como los grifos.
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